Volvemos cuatro años atrás y nos vamos hasta Orange County, para recordar a los Cohen y como llegaron a nuestras pantallas.

A lo largo de los años, han sido muchas las series que han llenado las parrillas televisivas y cuyo único objetivo era el de enganchar a un público juvenil, sediento de romances y culebrones.

Sensación de Vivir causó furor en la década de los noventa, a pesar de un planteamiento bastante simple y tal fue el éxito de los chicos de Beverly Hills, que no tardaron en salirle hermanos pequeños como Melrose Place.

Más adelante, a finales de los noventa, el guionísta Kevin Williamson logró poner de acuerdo a crítica y público con Dawson Crece, gracias a una nueva fórmula que mezclaba las características básicas de cualquier culebrón, con tramas más complejas, reflejadas en el día a día de cualquier adolescente.

Gracias a ese nuevo estilo, en los últimos años hemos sido testigos de otros seriales, que a pesar de tener todos los tópicos del género, han sabido tomar caminos interesantes, más allá del romance de la semana y ampliando su público.

Del resultado de ello, tenemos ejemplos como One Tree Hill o la que nos ocupa en este caso.

The O.C. nos adentra en el ambiente clasista de Orange County, a través de Ryan, un jóven criado en un barrio marginal cuya vida da un giro de 180 grados al conocer a Sandy, un abogado que no olvida su pasado humilde y que está dispuesto a reconducir al joven.

Una noche, mientras Ryan y su hermano huyen con un vehículo robado, son detenidos por la policía. Su hermano, que es mayor de edad, acaba en la cárcel, pero él queda en manos de su abogado, Sandy Cohen, que tras comprobar que ha sido abandonado por su madre, decide llevárselo con él a Newport Beach, con el objetivo de reconducir su caótica vida.

La adaptación no resulta fácil, ya que las costumbres y forma de vida de los adinerados habitantes de Newport, chocan con las suyas como si de dos locomotoras que circulan en sentido contrario, fuesen por la misma vía.

A pesar de todo, no tarda en hacer migas con Seth, el hijo de Sandy y Kirsten, un perdedor amante de los cómics y los videojuegos y que a pesar de vivir allí, tiene los mismos problemas que Ryan para adaptarse y para colmo está perdídamente enamorado de Summer, la típica pija de instituto, que jamás se fijaría en él.

Los Cohen tienen como vecinos a los Cooper, un matrimonio con dos hijas, una de las cuales , Marissa, se convertirá en el objeto de deseo de Ryan.

Los Cooper son una familia desestructurada. El padre ha estado robando dinero de la empresa para conceder todos los lujos a su esposa, una mujer materialista y egoísta como pocas, que no es capaz de darse cuenta de que su hija adolescente odia su vida, a pesar de estar rodeada de lujo y ser popular por salir con un jugador de Waterpolo del instituto, llamado Luke.

Capítulo tras capítulo, vemos a Ryaniniciando su nueva vida entre pelea y pelea y alterando la de aquellos que le rodean.

Seth comienza junto a él a hacer las cosas típicas de su edad, mientras que Marissa empieza a sentirse atraida por el nuevo habitante, despertando así la furia de Luke, que no dudará en hacer lo que sea necesario, para que el joven vuelva al sitio de donde salió.

También somos testigos de como la familia de Marissa se hunde poco a poco y como Summer intenta controlar sus sentimientos hacia el mojigato de Seth, hasta llegar a un inesperado final de temporada, en el que Ryan se verá obligado a retomar su antigua vida, dejando atrás a una familia rota.

En conclusión, puede que The O.C no sea una serie perfecta y no logra hacerle sombra a los chicos de Dawson Crece, pero consigue el objetivo básico de enganchar a la audiencia y es capaz de atraer al público juvenil y a otro más adulto, gracias a la inclusión de tramas paralelas de las que son protagonistas algunos personajes como Sandy Cohen o Jimmy Cooper.

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